La diabetes, la vejez, las fracturas óseas y las amputaciones, varios factores combinados, lo hacen más difícil.

Los ancianos que han sufrido una amputación por diabetes tienen un largo historial de diabetes. La diabetes prolongada puede provocar vasculopatía periférica y neuropatía en las extremidades inferiores, con anomalías del flujo sanguíneo y sensoriales.

También debido a la aterosclerosis en los grandes vasos sanguíneos de los ancianos, como los de las extremidades inferiores, se produce la formación de placas o estenosis.

La presencia de lesiones en los vasos sanguíneos grandes y pequeños provocará inevitablemente dificultades en la cicatrización de la herida en el lugar de la amputación. Por lo tanto, el lugar de la amputación se determina en función de la irrigación sanguínea de los vasos de las extremidades inferiores, y generalmente se opta por la amputación a nivel alto.

Por lo general, las fracturas tardan más en curarse que en los pacientes no diabéticos, y las radiografías se realizan una semana después de la operación, observándose una formación más evidente de la línea de costra ósea sólo después de 2 semanas.

Tanto la amputación como la fractura conllevan un reposo prolongado en cama y varias comorbilidades como úlceras por presión, neumonía por choque, trombosis, osteoporosis, etc., que requieren cuidados muy esmerados y un tratamiento sistémico integral.

Esto requiere que el azúcar en sangre se mantenga relativamente bien para promover la síntesis de proteínas saludables, mantener activa la quimiotaxis leucocitaria, promover la cicatrización de heridas y reducir la inflamación.

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